Una actitud de gratitud y agradecimiento trasciende la cortesía; es más que una formalidad gentil. La gratitud libera energía, poder y aún autoridad que nos posiciona en un mejor lugar del que estábamos antes de brindarla. Como sugiere el título del pensamiento, ¡la gratitud es una fuerza!
Las palabras gracias y agradecimiento se usan 120 veces en la Biblia. Además, es el hilo común que leemos en los Salmos. "Te daré gracias en la congregación; entremos por Sus puertas con acción de gracias al Señor". Al establecer el gobierno de Israel, el Rey David designó a ciertos hombres, mañana y tarde, para "darle gracias al Señor".
Este principio era tan importante que David empleó gente para cantar su gratitud a Dios todo el día. El legendario rey no estaba siendo sólo cortés; su actitud de agradecimiento estaba enraizada en su alma. David era un hombre agradecido. No es coincidencia que el dulce cantor de Israel fuese también un estratega militar exitoso... David está agradecido.
De la misma manera, un corazón agradecido se torna igualmente poderoso cuando damos gracias. Este acto sagrado se torna especialmente potente cuando lo ofrecemos en medio de las circunstancias contrarias de la vida. Es más, estoy convencido de que la acción de gracias encarna una ley espiritual que Dios estableció en la creación. Tan cierto como que la ley de la gravedad nos atrae hacia el suelo, la ley del agradecimiento atrae mejores situaciones a nuestra vida cuando damos gracias por nuestras bendiciones presentes.
De hecho, el favor descansa sobre aquellos que viven en una actitud de agradecimiento. La Biblia narra cómo diez leprosos vinieron a Jesús pidiendo misericordia. La Escritura dice que "fueron limpiados" de su enfermedad. Los diez tomaron camino pero sólo uno regresó para decir "gracias". A este, el Señor le dijo: "Tu fe te ha salvado". No estoy seguro de la diferencia entre "limpiado" y "salvado", pero tengo la sensación de que "salvación" es mejor. Una sencilla "gracias" abrió el camino para una mayor bendición. La gente agradecida obtienen favor; esto sigue la ley del agradecimiento.
De la misma manera, dos buenos hombres, Pablo y Silas, estaban aprisionados en una mazmorra del primer siglo por compartir las Buenas Nuevas. En un sótano oscuro e infestado de ratas, estos presos decidieron cantar alabanzas a Dios. Una versión bíblica dice que "dieron gracias". Al hacerlo, ¡la ley del agradecimiento entró en efecto y las puertas de la prisión se abrieron! En vez de huir, Pablo y Silas se quedaron y compartieron su fe con los carceleros.
Tal es la actitud de la gente agradecida. ¿En qué prisión nos encontramos hoy? ¿Será una emocional? ¿O financiera? ¿Estaremos encerrados en culpa, preocupación, desánimo ó desilusión? ¿Estaremos aprisionados por un hábito que no podemos romper?
Conozco al menos parte del remedio. Comencemos a dar gracias cada día por las buenas cosas en nuestra vida. Olvidemos lo malo y concentrémonos en las bendiciones.
Y en caso de que pensemos que no tenemos de qué estar agradecidos, ¿qué de el último aliento que acabamos de respirar, y el que siguió, y el otro? Eso merece unas "gracias", ¿verdad? Comencemos con eso y estaremos camino a una vida de agradecimiento.
Bendiciones...
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